Crónica 2: "Peripecias en la frontera, y los misterios de la noche boliviana"

¿En qué nos quedamos? Yo más o menos lo recuerdo... Un policía boliviano nada agraciado y un mexicano intentando cruzar una frontera -bastante arquetípico si me lo preguntan-.

Él me pregunta: Hola, joven, ¿qué haciendo por acá? Yo respondo: ¿yo? viajando, con la señorita. Entonces me comenta que tiene que hacerme una inspección sorpresa porque es la rutina, -o eso intento hacernos creer-. Si ustedes se ponen a leer detenidamente las secciones y clausulas de la aduana se podrán percatarse de que casi todo es un crimen, desde traer más de cuatro playeras hasta traer especies endémicas de otro país... algo que Juan estaba incumpliendo (traía grillos y mezcal, para expandir la cultura mejicana por el mundo). Gracias a mi excelente cooperación y cara de poker  no se dio cuenta de estas maravillas mejicanas; a continuación revisó a mi amiga y no encontró nada sospechoso. 
 

Pasamos la frontera, todavía con la moneda de Perú y un poco de pasta verde, los míticos dólares. Hicimos el cambio correspondiente, y aún recuerdo la dulce frase de mi amiga: "esto de viajar es como el monopoly, cambiando el dinero de países para obtener propiedades." Le supliqué que tomáramos un taxi -me enteré después que era colectivo- para no viajar en un mini bus y así ahorrarnos espacio y tiempo. No quisiera ni imaginar que pasaba si hubiéramos llegado (más) tarde.

A través del viaje en taxi, mi amiga entabló charla con el tipo de a lado, un peruano-boliviano (aún no tengo exactamente claro de donde era) que nos dio una serie de tips para manejarnos en Bolivia. Al concluir el viaje el tipo se ofreció a llevarnos hasta el centro, yo estaba dudoso, pero accedí. Hay ocasiones que cuando uno viaja no puedes ser tan confiado, pero hay otras donde no debes ser tan desconfiado. No toda la gente es mala... no toda la gente es buena. En fin, usamos el teleférico -ahí es una forma de transporte inmensamente eficiente- y la vista fue preciosa de noche. Sin embargo, yo sentía una atmósfera de desconfianza, no voy a negar que la oscuridad me produce eso. En el teleférico una señora nos hizo la plática, y al bajar del transporte ya eramos cuatro personas caminando por el centro de Bolivia.



Yo me seguía sintiendo intranquilo, pero mi amiga iba relajada, conversando y disfrutando del paisaje. Yo debía estar atento, echo de menos su despreocupación. Debo de adelantar que nada malo nos pasó, ni siquiera estuvimos cerca de alguna clase de riesgo, así que solo fueron paranoias mías. Al final el señor del principio nos dejó en la avenida principal, conocida como "la calle de las brujas". Como era de noche, yo sí imaginaba brujas de noche. Las calles en Bolivia son bastante aleatorias, y hay muchas subidas (y bajadas) así que es complicado que los autos transiten, pero aún así lo hacen.



Después de preguntar en un par de hoteles, conseguimos un cuarto de hotel privado para los dos; a un excelente precio. No era de lo más moderno, pero era justo y adecuado para nuestras necesidades, incluía desayuno. Más tarde fuimos a elegir un tour para el mítico Salar de Uyuni, después mi amiga tuvo que ver precios para la vuelta a Lima. Yo, seguía en la travesía...



En este punto debo de decir que La Paz se transformó de ser una bruja a ser una princesa vintage. Ver una ciudad de día es muchísimo mejor, que de noche, además contactamos a un amigo de Couchsurfing (¿ya usan esta red social para viajeros?) el cual nos dio un tour por la ciudad en el teleférico, además de contarnos datos culturales y como era vivir en La Paz. Nos llevamos una excelente impresión de la ciudad y de su barrio. El nos dio unos tips para seguir viajando y yo de modo de agradecimiento le regalé "Instrucciones para vivir en México" del maestro Jorge Ibarguengoitia. Ahora ya saben porque no habrá reseña...



Se hizo de noche, y era hora de embarcarnos en el bus hacia Uyuni. Después de unas tremendas subidas, alimentos grasosos de última hora y de un ejemplar para el camino, llegamos a la terminal. Esperamos el tiempo restante y nos embarcamos al destino. Cabe mencionar que el clima desde Puno era templado, pero en La Paz se comenzó a enfriar... Mi amiga señaló que había mantas, así que pensamos que sería un viaje frío. Pero no estábamos preocupados, traíamos doble chamarra... y yo un gorro del chavo del ocho -otro arquetipo que me produce gracia-. Oh, ilusos... estábamos taaaan equivocados. A eso de las dos o tres de la mañana el clima comenzó a descender... exageradamente...


...Y el puto bus se congeló en medio de la nada... los dos estábamos al borde del congelamiento, creo que todos en el bus lo estaban. ¿Quieren saber como no morí de un paro respiratorio y/o hipoterm... okey, eso nunca habría pasado pero sí hacía un chingo de frío. Esto sigue el próximo miércoles, no a la misma hora, porque no sé en que huso horario estoy, pero sí el mismo día...

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